viernes, 15 de abril de 2011

El toro pervertido




Pobrecito mío. La política tiene esas cosas: algo que nació como un simple reclamo publicitario, que a largo plazo se transformó en un icono representativo de nuestro país, ha terminado convertido, por los avatares de la vida, en el símbolo patriotero del populacho.
Todo comenzó cuando, en la guerra de Iraq, las huestes del glorioso ejército español tuvieron la maravillosa idea de coser, sobre nuestra enseña roja y gualda, un toro de Obsorne. Desde ese día, los simpatizantes del nacionalcatolicismo, están utilizando, ese simpático y rentable logotipo, como arma arrojadiza frente a la gente que se pronunciaba contra la guerra o contra cualquier otra política urdida desde Génova 13. El toro tranquilo, que decoraba carreteras y autopistas llamándonos al castizo hábito de tomar copazos de brandy después del café, fue transformado, en un santiamén, en una iconografía amenazante y arrojadiza, en una ostentación de unos sentimientos patrios, que por caducos, se remontan hasta los propios orígenes de nuestra gestación plurinacional. Digo plurinacional porque España, por mucho que le pese a más de uno, es una realidad construida sobre reinos y territorios de un tremendo peso específico en el contexto actual europeo.
En más de quinientos años, el cuento no ha cambiado demasiado. Un territorio, en el centro de nuestra cartografía, se empeña en imponer y doblegar a una periferia cuyo único y gran delito es, que habla diferente, come diferente y piensa diferente. Es, por tanto, evidente que, lo que sufrimos hoy en día, no es, ni más ni menos, que esa antropológica lucha contra el diferente, frente al que se enarbolan cruces de todo tipo: medias lunas, o toros de cartón piedra.
Pobre torito bravo, naciste para fomentar el pitraque y... ¡mira en lo que te han convertido!

1 comentario:

  1. una lucha por demas dispareja pero que le vamos hacer siempre haremos parte de los dos extremos de la cuerda solo hay que saber de que lado se esta.

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