jueves, 7 de junio de 2012

Días de hospital XXXI


Corriendo, corriendo he llegado -sin maleta- desde Guadalajara (México) al Hospital Morales Meseguer en un plisplás; 9628 kilómetros que se han pasado entre ronquidos de diversas notas, broncas de azafatas caducadas de Iberia y un intenso olor a humanidad. 
Mi madre sigue donde la dejé, sentadita en su cama, con su rosario en todo lo alto, y con su traqueostomía puesta. Desde el fin de semana ha estado respirando peor. Sus pulmones han vuelto a llenarse de líquido y, esta mañana, le han sacado un litro de cada uno. Lo han mandado a analizar. Los médicos están preocupados porque esta nueva recaída pulmonar no es normal, más si cabe, después de comprobar que, tras drenar ese líquido, su respuesta espontánea no ha sido tan buena como la vez anterior.
He vuelto a disfrutar dándole de comer y untándole de crema de urea todo su cuerpo; una crema especial que nuestro genial químico el Sr. D.Javier Peñalosa ha formulado especialmente para ella. La verdad es que la piel la está aceptando la mar de bien y desde aquí se lo quiero agradecer.
Ahora que mi madre ha perdido volumen, su piel se ha vuelto más flácida. Tan envejecido y flácido como yo me vi el otro día cuando mi compañero Mario Agramunt, con su polivalente Iphone me tomó una fotografía y con una despiadada y  maléfica aplicación me recreó el careto que luciré cuando ostente la edad de mi madre.
Si ahora me veo mal, el hecho de verme con esa cara de pan y atravesado por mil surcos de diferente profundidad, me ha dejado un tanto descolocado.
Me ha gustado la reacción de mi mujer que, al ver la fotografía, me ha dicho que, en la foto, me sigue viendo con cara de bueno y con mis ojos chiquitos pero lindos. Eso es amor y lo demás son tonterías.
Por si fuera poco, después de lo de mi abuela, cuyas cenizas fueron esparcidas por la mágica playa del Portús, y la grave enfermedad de mi madre, ahora veo a mi padre cada vez peor. En los últimos días a vuelto a padecer unos terribles vértigos y su cara es todo un poema.
Menos mal que tras este viaje que hago mañana a Finlandia me voy a quedar por una temporada en Murcia. Dice un antiguo refrán que las desgracias nunca vienen solas.

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