miércoles, 3 de octubre de 2012

Fotografía de una ruina


Estaba arruinado. En la barra de un cutre bar del pueblo, Manolo ahogaba sus penas en alcohol de garrafón. Muchas, variadas y, sobre todo, de muy difícil solución. Alguien le aporreó en el hombro y este se volvió con violencia; sin embargo, se tranquilizó al comprobar que se trataba de su amigo José Pedro:
-¿Qué sentido tiene que te emborraches? -le preguntó.
-¿Qué sentido tendría no hacerlo? -respondió el amargado.
-Manolo: tendrías que haber seguido escribiendo relatos eróticos, era lo único que te pagaban bien. Pero tú, nada, tenías que escribir sobre todo lo que te daba la gana menos de sexo -le recriminó su amigo.
-No quiero escribir nada sobre mujeres, ni sobre sexo, estoy asqueado de todo, José. ¿Cómo me iba yo a imaginar que Marta me estaba engañando con ese gilipollas del Arturo? -dijo él.
-Cuanto antes olvides a Marta mejor para ti -le aconsejó el amigo.
-Y tú, cuanto antes te olvides de mí mejor para ti -le respondió a su amigo mientras encendía otro cigarrillo.
-No digas tonterías. Nadie se muere porque su novia le haya puesto los cuernos -le comentó el amigo.
-No me lo recuerdes más, por favor, si no quieres que te pegue dos hostias -le amenazó el frustrado escritor.
-¡Un clavo saca a otro clavo!. Hay miles de mujeres que se morirían por tener un hombre como tú a su lado -le aseguró su amigo.
-No digas más gilipolleces. Me estas reventando los sesos. ¿Te puedes ir a la mierda? -le suplicó.
-A la mierda te vas a ir tú y tus cuernos -le respondió José Pedro mientras se marchaba visiblemente enojado.
-¡Me pones otro cubata, por favor! -pidió el escritor.

Mientras le ponía el cubata, el propietario del bar le informó de que ya no le serviría más bebida y le exigió que le pagará la cuenta, ya que esta ascendía a más de cincuenta euros.

-No tengo dinero -le dijo él.
-¡Eres un hijo de puta, Manolo! Si no tenías dinero tenías que habérmelo dicho antes -le recriminó indignado el camarero.
-Las desgracias llegan sin avisar -le dijo él, soltando una sonora carcajada.

El camarero perdió la paciencia y le soltó tal puñetazo en la cara a Manolo que este escupió al suelo varios dientes.
-Te vas a arrepentir. Te lo juro. Te vas a arrepentir -le amenazó Manolo, mientras salía del establecimiento visiblemente afectado.

El camarero, tras recoger el vaso y limpiar la sangre que había escupido su último cliente del día, cerró la persiana y se marchó a su casa, en la que su esposa le esperaba con la cena preparada y sus hijos, como de costumbre, ya se encontraban dormidos.

1 comentario:

  1. ¿¿¿Así que a Manolo aparte de pinches cuernos le pusieron unos tragos gratis??? Las desgracias, todas, no tienen precio, pero eso sí: se pagan. Vaya que sí. Divertido leerlas en ese ojo ajeno que es tu imaginación. Un saludo, güey.

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