domingo, 2 de diciembre de 2012

El artista y la modelo


El título de esta entrada, pese a ser idéntico al de una reciente película del director español Fernando Trueba, no tiene nada que ver; y no porque no me gustase la película, que sí me gustó, sino porque mi relato va por otros derroteros. 
Entre el artista y la modelo siempre existe cierta química, una especie de tensión sexual que despierta, o provoca, dependencia entre uno y otro. A veces, esa tensión viene dada por la necesidad de comunicar o transmitir una idea, un estilo, o una nueva forma de hacer, que nace de la mente del artista y se transmite, a través de sus manos, hasta la modelo y de ahí al mundo. Cada modelo -o cada cliente- es el punto de partida donde comienza o acaba toda creación.
La modelo (cliente) debe aceptar y transmitir, sin esfuerzo, todo lo que define a nuestra propuesta; aquello que nos hará grandes o, por el contrario, nos arrastrará a las más absurda y lamentable mediocridad. No existen modelos o clientes sobre los cuales nos podamos permitir no dar lo mejor de nosotros mismos, porque, cuando nos tomemos esa libertad, habrá comenzado   nuestra decadencia.
En todos los trabajos deberemos dejar patente nuestro estilo, nuestro nivel de autoexigencia y, sobre todo, nuestro saber hacer. Si actuamos así el éxito nos acompañará durante nuestra trayectoria hasta el final de nuestra carrera.
Todo el esfuerzo y todo el trabajo bien hecho imprimirá un sello de calidad que nos irá definiendo cliente a cliente, modelo a modelo, y proyecto tras proyecto.
Las grandes diferencias las encontraremos en los pequeños detalles, que por obvios, la mayoría de la gente se salta a la torera. Para ser de los mejores se  requiere, sin duda, de muchos factores, pero sobre todo se requiere decisión. Una única y gran decisión: luchar cada día por ser el mejor.
De ese modo, cada cliente -o cada modelo- se convertirá en nuestra mejor carta de presentación. 
Nuestro objetivo prioritario ha de ser siempre la calidad.
Lo peor, o lo mejor de todo, es que cuando hayamos conseguido implantar nuestro concepto o nuestro estilo se estará acercando el momento de cambiarlo todo una vez más. Entonces, no nos quedará más remedio que llamar con urgencia a la modelo de turno y todo el proceso volverá a comenzar de nuevo.

En la fotografía el genial estilista polaco Marcel Kaluszkiewicz trabaja con una modelo en Kiev (Ucrania)

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