domingo, 17 de agosto de 2014

Rezos sin sangre


Este Eduardo Halfon, escritor Guatemalteco de origen judío, sabe lo que escribe y lo que pretende conseguir cuando lo hace.  Y no porque lo haya dicho no sé qué publicación. Y no porque haya conseguido no sé cuántos premios o reconocimientos. O lo haya recomendado la sección de cultura del diario El País. Es bueno. Muy bueno. Grande, como se dice ahora en plan esnob.
Sí este Eduardo es judío yo quiero ser judío. Si fuera árabe yo quisiera ser árabe e intentaría, junto a él, y junto a todos los que piensan como él, acabar con todos los muros de odio del planeta. Yo quisiera ser cómo este Eduardo sea lo que sea, coma lo que coma, y le rece a quién le rece. De hecho, el mundo debería de inundarse de muchos millones de Eduardos. De ese modo, el planeta sería más humano y olería menos a mierda camuflada con ambientador de pino. El Halfonismo, de existir, debería ser considerado como un movimiento universal contra la intolerancia y estar auspiciado por Naciones Unidas o, en su defecto, por el Fútbol Club Barcelona.
Es muy probable que la lectura de su último libro “Monasterio”, pueda encabritar a algunos rabinos radicales y ultraortodoxos, pero sin duda alguna, al resto de los mortales nos ayuda a comprender un poco mejor al pueblo judío.
Pero con independencia de eso, si es que es adecuado en este momento utilizar esa palabra en España, independencia, me refiero; Eduardo Halfon, en su corta novela de poco más de ciento veinte páginas, nos enseña, con naturalidad y sencillez, el peligro intrínseco que todos los radicalismos encierran, vengan de donde vengan, enarbolen la bandera que enarbolen, o pretendan lo que pretendan conseguir con su visceralidad.
Me recuerda mucho en sus tesis a mi maestro Amin Maalouf, otro gran defensor de la multiculturalidad, y de la unión de los pueblos desde el respeto y la comprensión de sus diferencias.
Monasterio es, por tanto, un canto dulce contra la intransigencia, y ese canto, hoy en día, con la que está cayendo en Gaza, en nuestro país, o en otros miles de lugares del planeta, suena a música celestial.
Si lo han nombrado entre los treinta y nueve mejores escritores latinoamericanos del momento, no quiero decir nada de cómo serán los otros treinta y ocho.
Qué bonito sería que todos pudiéramos rezar a quién nos diera la gana sin dejarlo todo perdido de sangre..

4 comentarios:

  1. Amen!!! Siempre he encontrado ilógico que se mate en nombre de cualquier Dios, es antinatural, es horrible...Si Dios existe tiene que estar super triste...
    Un abrazo

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    1. Seguro que debe estar perplejo, el pobre diosito. Un abrazo.

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  2. Y lo difícil que es limpiar tanta sangre. Al final, durante la limpieza, con tanto "que este RH no es mío", se monta otra vez el lío. Y Don Limpio no sirve para esto.

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    1. Todavía quedan muchos pensando en limpiar al diferente, eso es lo malo y lo triste de este relato. Un abrazo Cuentón.

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