jueves, 10 de septiembre de 2015

Ejercicios de Kegel


Recuerdo una infinita alfombra de asfalto. El cielo engalanado de azul, sin reparos. Azul de verdad, como de cuento. Alguna que otra gota de lluvia perdida sobre el parabrisas. Miles de insectos kamikazes estrellándose contra el vidrio. Música de Juan Luis Guerra alternándose con los programas informativos de la Cadena Ser. Por delante, kilómetros, y más kilómetros, como para desesperar al Santo Job. Y yo conduciendo.
Mientras conduzco, me saco bolitas de la nariz; hago, cada media hora, ejercicios de Kegel -con el culo- para fortalecer mi próstata, y pienso. Pienso y reparo en muchas cosas, no se vayan a pensar que no. Pienso en lo que veo y en lo que aún me queda por ver. Conduzco debatiendo conmigo mismo ideas descabelladas por las que nadie daría un duro. Pero los duros son algo de tiempos pretéritos. Otro ejercicio de Kegel. Y otro.
De joven tuve un entrenador al que llamábamos el seis pesetas porque se pasaba de duro. Yo soy un duro blandengue y mantecoso, nada que ver con él. Lloro más que una plañidera en el entierro de un alcalde pedáneo.
Pero no sé a qué viene todo esto si yo lo que pretendía contarles es que ayer me tocó conducir desde Murcia a Gijón, atravesando todo España, como el que se quita avispas del culo. Otro ejercicio de Kegel. Y otro. Pruébenlo, va muy bien.
Vi, veía, montones de pájaros. Por un defecto de forma, mientras conduzco, me fijo mucho en todo bicho viviente. Me fascinó, ver volar sobre mi cabeza, un enorme grupo de cigüeñas, cosa, dicen, que trae buena suerte. Más adelante, cuatro pueblos después para ser más exacto, se me cruzó un gato negro, cosa, dicen, que trae mala suerte, así que no supe qué pensar, y dejé de pensar por un lapso de cinco minutos que se me hicieron eternos.
Vi, veía, a un montón de milanos revoloteando alrededor de la autopista a la espera de la carne fácil que les proporcionan los atropellos. A los milanos, por lo que intuyo, les va mucho la especulación:¡son unos modernos!. 
Vi, veía, a muchos animales atropellados: lechuzas, mochuelos, garduñas, zorros, conejos, erizos, y hasta una culebra de dos metros y pico. Miles y miles de animales sucumben a diario bajo las ruedas del progreso sin que les de tiempo a decir ni pío.
Yo quemo gasoil, sin remilgos, como el que quema el humo de un cigarro a sabiendas de lo que vendrá después. La naturaleza, y nuestro propio cuerpo, tienen unos límites que no deberíamos de sobrepasar. Hasta la provincia de Albacete tiene sus límites -suele decir, sabiamente, mi amigo Javier Peñalosa.
Mi coche, por ser alemán, nunca se cansa, pero yo sí porque no soy alemán, soy del sur; del sur de Europa y del sur de España, ya más del sur casi no se puede ser. Paso los peajes por el lado de los que llevamos siempre prisa, y un distintivo automático muy chulo, y no paro ni para orinar. Bueno, eso sí. Orino en las cunetas, con los brazos en jarras, y mirando concienzudamente la parábola que realiza el caño espumoso de mi meada. Los ejercicios de Kegel hacen que mi meada sea más espectacular y esta sensación acrecienta mi masculinidad. Siempre me pregunto: ¿cómo puedo mear cerveza si, por ser alérgico, nunca bebo? Y sale con su espumita y todo...
Después, realizo unos breves, pero intensos, estiramientos y me encajo de nuevo en mi bólido rumbo al norte. Y otro de Kegel. Y otro. Y así decenas.
Los del sur vemos al norte como algo bucólico y, me consta, que a los del norte les pasa lo mismo con el sur. Siempre anhelamos lo que no tenemos. Yo tengo de todo. Sí, lo sé, soy un tío con suerte, y que no se conforma con nada, por eso, acelero y me voy de acá para allá en busca de un no sé qué que me tiene a maltraer. Hay quién dice que soy un ansia viva, pero eso no es así; lo que a mí me pasa es que me gusta conducir, y hacer kilómetros, y más kilómetros, y conocer gente, y mundo, y ver pájaros, y todas esas cosas que no vienen al sofá de la casa de uno como no tengas narices a salir a buscarlas.
Otro ejercicio de Kegel. Y otro. Si vieran como tengo de duro el pubocoxígeo... Los ejercicios de Kegel son ideales para la próstata y, encima, ponen el culo duro. Menudo tuvo que ser ese Kegel. Y otro. Y otro...

2 comentarios:

  1. vaya camino tan largo que toda una lista de ejercicios se pudo hacer pero algo es seguro lo duro del viaje te pone duro el trasero por que por la distancia que se supone solo un duro lo aguantaría.

    ResponderEliminar