jueves, 19 de noviembre de 2015

Llega la navidad...


El año avanza a galope tendido. Ya se huele a turrón. Las luces navideñas comienzan a colocarse en las calles. Los loteros apuran sus ventas. Los restaurantes cuelgan el cartel de "completo" ante las inminentes cenas de empresa. En las peluquerías se esperan estas fechas como agua de mayo. Cataluña sigue inmersa en la oscuridad de sus gobernantes. El mundo abatido por el duelo francés. Las pateras siguen llegando, las que llegan...
Las guerras siguen enconadas, ávidas de sangre, y de petróleo, y de poder.
Llega la navidad, con sabor a mazapán, cantaban mis añorados payasos televisivos. Ahora los payasos estamos al otro lado de la pantalla, acomodados en un sofá italiano, pagado a plazos, con un pijama de Mickye Mouse, comprado en Primark, y mirando a nuestro futuro con las mismas esperanzas con las que adquirimos nuestro décimo de lotería.
La vida es una suerte, una especie de sorteo, en el que mueven el bombo personajes siniestros que hacen todo lo contrario de lo que dicen y son todo lo contrario de lo que aparentan ser. 
Por fortuna, a mí siempre me toca lo mejor, pero no por ello dejo de pensar, en ningún momento, en los que no corren con mi misma suerte. Y mucho menos en esta época, en los que la opulencia y la ostentación marcan, todavía más si cabe, las grandes diferencias entre unos y otros.
Siempre es el mismo cuento. Año tras año.

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