viernes, 12 de febrero de 2016

Notas esquivas


El tren circulaba a trescientos cincuenta kilómetros por hora. Frente a mí, una joven desconocida escribía música. El trayecto entre París y Estrasburgo, que teníamos por delante, nos llevaría poco más de dos horas y media. Yo, como de costumbre, intentaba escribir algo parecido a un relato. El revisor, que lucía un bigote como de otra época, requirió mi boleto. Ella seguía escribiendo como si lo hiciera en la intimidad de su cuarto. De vez en cuando mordía su lápiz y miraba al infinito en busca de las notas apropiadas que parecían escapársele, burlonas, por el horizonte helado de la campiña francesa. Redondas, blancas, negras, corcheas, semicorcheas, fusas y semifusas. La joven artista anotaba, con ansiedad, como si hubiera encontrado un allegro perfecto. Borraba. Volvía a morder el lápiz. Miraba hacia el techo. Anotaba. Sufría. Al menos yo la sentía sufrir.
Durante el comienzo del trayecto fue varias veces al baño y, tras todas ellas, un olor a tabaco de liar inundaba todo el compartimento. Tras acomodarse, y antes de hacer cualquier otra cosa, miraba la pantalla de su móvil con una cadencia milimétrica, alardeando de un control insuperable del ritmo: ¡cada cinco minutos exactos!. En algún descanso, de los pocos que se permitía, miraba, sin mirar, por la ventana. El revisor regresó y le pidió su boleto. Ella se lo entrego sin tan siquiera regalarle una mirada. Cinco minutos más y volvió a mirar el móvil. Se volcó de nuevo, tras un movimiento compulsivo, sobre su cuaderno pautado. Durante otros cinco minutos, garabateó notas imposibles, tras lo cual, escribió un mensaje de texto en el móvil. Sonreía. Empujada por lo que interpreté como un golpe de inspiración, se reclinó sobre el cuaderno, hasta que, cinco minutos más tarde, dejando bruscamente de escribir, revisó celosamente la pantalla de su teléfono. Y esa vez su cara denotó contrariedad.
Intentó recomponerse retomando la escritura pero su rictus delataba su malestar. Confusa, tachó algo con suma violencia. Extrajo del bolso un pequeño blog de notas y repasó con evidente ansiedad un número indeterminado de páginas. Volvió a tachar varias notas, dejándolas mudas del susto. Mordió con tanta brusquedad el lápiz que temí por un momento que lo partiera. Sonó su móvil. Habló con alguien en francés. No entendí nada de la conversación pero intuí en su voz un creciente nerviosismo. 
Por enésima vez se levantó. Pensé que de nuevo iría a fumar al aseo, pero me equivoqué. Del portaequipajes del vagón agarró la funda de lo que parecía un violín. Volvió a su asiento y lo desenfundó. Efectivamente, pese a que no entiendo mucho de música, ni de instrumentos, de la funda sacó un violín precioso lacado en blanco. Lo apoyó sobre su clavícula, lo presionó con su barbilla, y comenzó a simular que lo tocaba, sin el arco, acompasando los movimientos de su cuerpo a unos acordes imaginariamente sutiles.
Fue entonces cuando, colocando de nuevo el violín dentro en su funda, agarró el cuaderno, arrancó de cuajo las dos páginas sobre las que estaba escribiendo desde que partiéramos de París, hizo con ellas una bola, y la depositó en la papelera.
Después, sosegadamente, reclinó su asiento, abrazó al violín como una madre abrazaría a su bebé, y se durmió.
En ocasiones, tanto las notas, como las mariposas, no se dejan atrapar. Sin embargo, otras veces, cuando menos lo esperamos, se posan dulcemente sobre nuestra nariz.

10 comentarios:

  1. Muy bueno, ahora que la pobre pasó lo suyo. Como tenga muchos días de esos que no encuentre la inspiración, le da un jamacuco. Por cierto tanto ir al retrete a fumar, ya verás como la pillé el revisor, jajaja. Yo lo he hecho me refiero a lo de fumar, en los aseos de los aeropuertos, como cualquier día una lucetita de esas que hay arriba, se dispare me pone chorreando de agua, o peor que suene una alarma. Y otra cosa, que no vaya mucho al retrete a darle al fumeque, porque igual vuelven y ya le han quitado hasta el blog de notas.

    Un abrazo y que tengas buen fin de semana.

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    1. Gracias, Rafa, la pobrecita agarró un cabreo de mil demonios, pero, al segundo, estaba frita...Un saludo.

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  2. Dura vida la del artista no reconocido. Quién sabe si ese día no creó su gran obra.

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    1. Sí la creó, se quedó en la papelera... Un saludo, Mario.

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  3. Te crees que eres dueñ@ de tu vida, y mientras lo haces tu mente es capaz de soñar las cosas más hermosas y hasta puedes materializar algunas, escribiendolas en la pantalla del móvil...pero si una llamada del mismo te devuelve a la cruda realidad...la tristeza vuelve a tu corazón y sólo puede aliviarte un poco el abrazarte a algo que te ayude a olvidar...Un abrazo

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    1. Y lo peor de todo, Conchy, es que nunca se olvida...Un abrazo.

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  4. La imaginación no siempre nos lleva a donde queremos

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    1. Así es Maricruz, todos los excesos son malos. Un abrazo.

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  5. A veces, es muy difícil encontrar la inspiración.

    Muy complicado triunfar...

    Escribes muy bien. Un abrazo.

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    1. Ya quisiera yo, Amalia, escribir bien, pero te agradezco mucho el cumplido. Un abrazo, amiga.

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