sábado, 15 de octubre de 2016

Minuto de gloria


De Seix Barral a Seix Barral. "Del camino del perro", de Sam Savage, a "Qué vergüenza", de Paulina Flores. Desde los Estados Unidos de América, hasta Chile. 
Sin pretenderlo, deambulo de acá para allá como un hoja más de las muchas que arrastra el destemplado viento del otoño. Nado entre la caldosa densidad de una endiablada sopas de letras. Caldo caliente de ideas, de experiencias ajenas, que aportan orden al caos, sentido a lo indescifrable, y algo de coherencia a mi arduo y tortuoso devenir. 
Uso a los libros como faros, como antídotos, como medicinas, como brújulas, como combustible, como caminos, como principio y como fin. Y tras esos libros que inundan mi existencia y mis estantes, y vacían mis bolsillos, intento leer en la mente de las personas que los escribieron, en un vano intento por arrebatarles todo aquello que, por las razones más inconfesables, o tal vez tan sólo por su torpeza, dejaron de escribir. Me debato entre el sentido o la incoherencia que descubro entre sus líneas. El blanco sucio, ligeramente ocre, de las hojas, sustenta y da cobijo a todo un compendio de vocales y consonantes que, debidamente ordenadas bajo el criterio del artista, buscan, con ansia viva, una trascendencia que la mayor parte de las veces se les termina resistiendo. 
Abundan en todos ellos: descripciones, diálogos, historias, opiniones, reflexiones, sugerencias, remembranzas, denuncias, hipótesis, dilemas, sospechas, elocuencias, ofuscaciones, insultos, verdades, mentiras, misterios, desvelos, anhelos, añoranzas, indecisiones, miedos, excesos, amores, flirteos, infidelidades, conspiraciones, y dolor. Dolor e inquietud para generar en el lector la curiosidad suficiente para que siga avanzando, para que siga intentando descubrir el sentido de lo allí escrito, y todo únicamente para que el escritor, ese famoso o insignificante escritor, se salga con la suya.
Un libro, trescientos mil caracteres de media, miles de horas hilvanado una historia que, como todas las demás, acaba en un final que da paso a un nuevo comienzo, a un nuevo libro, a un nuevo autor en busca de su obra maestra, en busca de una intrascendente trascendencia que le ayude a saciar su ego, y a disfrutar de ese minuto de gloria que, antes o después, escribiendo o sin escribir, todos deberíamos de alcanzar. 
Y ya, después, uno se muere y ya está. ¡A criar malvas!

11 comentarios:

  1. Sabes que la ciencia avanza un montón y te pueden clonar...Guarda todo lo que escribes para cuando vayas a nacer y si es posible, alguna foto para reconocerte con un CD con la voz grabada. Cuando vuelvas a aprender a leer, tu sabiduría se ampliará enormemente.

    Un saludo.

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  2. No me suele llamar la atención la vida de los escritores. Es más, si el escritor me cae mal, soy capaz de no leerlos. Tengo yo muchos prejuicios.

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  3. La vida de los escritores no suele ser idilica sino todo lo contrario, tormentosa y descuidada, poco valorada salvo en contadas ocaciones. Es cuando crian malvas cuando comienza su gloria, cuando el mundo terrenal suele valorar todo ese mundo que nos regalan en sus libros...

    Besitos

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  4. Así de sencillo. Nacer, minuto de gloria y malvas.
    Un abrazo.

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  5. Ese es el meollo de la cuestión que se haya sido bueno, malo, escritor, barredero, o político ladrón, cuando estás criando malvas, ya importa un carajo lo que digan de ti.

    Saludos.

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  6. A veces la gloria llega tarde.
    Yo admiro a los escritores. Tiene mucho mérito saber transmitir emociones.

    Un abrazo. Feliz semana.

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  7. Lo que se te olvidó es que los libros te leen y se anticipan para asombrarte. He allí el valor del buen literato.

    Saludos.

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  8. no leo solo uso uso internet para leerlo
    gracias por tu aporte de letras

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  9. Cuando te vas de que sirven reconocimientos si ni los ves ni los sientes.
    Besos

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  10. Es lo que hay, nacer, vivir, morir y adios muy buenas...
    así que aprovechar los momentos de "gloria", bien estará siempre...

    Feliz lunes, jfb

    Fina

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  11. Cuando a mí un autor me gusta, leo todo de él. No sé que sería de nuestra vida sin libros. Los libros nos salvan, nos redimen, nos angustian, nos hacen desvelarnos, nos hacen comprender muchas cosas y luego nos abren muchas incógnitas. Nos acompañan, siempre. Pocas cosas pueden pasar, que no nos lo resuelva, palie, alivie un libro. Es tan grato cuando nos identificamos con algo que leemos, con un personaje. Cuando decimos, eso me pasó, esa soy yo, Jajaja.
    Un abrazo.

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